Por qué soy un talibán

Del software-libre, por supuesto (no sea que me maten y me tiren al mar siguiendo «la tradición»).

Pues bien, mi historia con GNU/Linux comenzó un buen día de junio o julio de 2009. Estaba yo tranquilamente haciendo vete tú a saber qué con mi HP con Windows Vista cuando cree una carpeta nueva sin querer. Entonces me dispuse a borrarla, ¿para qué la quería ahí estorbando? Pues, si bien yo no sabía para qué, mi maravilloso sistema operativo con todas sus transparencias preciosísimas sí debía de saberlo, y debía de ser algo importante, porque ni por todos los porrazos al hardware del mundo me dejó eliminarla. He ahí mi impotencia inconmensurable en tal momento que no supe responder de otra manera, me armé de toda mi ira, reinicié el ordenador, fui a la BIOS y le dije «Borrar discoduro» y «Aceptar». Al rato no me quedaba más que mi portátil con su BIOS y la satisfacción de que el hombre ganó a la máquina.

Llegado a ese punto me dije «¿Y ahora qué?», y , habiendo oído hablar a mi amigo Nestor de un CD de Ubuntu, sin saber bien lo que era eso, ni siquiera me planteé instalar cualquiera versión de Windows, sino que me dirigí al ordenador de mi hermano, por entonces con XP, entré en Google y busqué información sobre Linux. Obviamente, la respuesta por parte del buscador fueron un montón de entradas sobre Ubuntu y alguna sobre Linux Mint. Habría más, pero mi desconocimiento de las diferentes distribuciones hizo que pasara las demás por alto.

Así pues, después de leer un rato, me decidí y descargué un CD de Ubuntu 9.04 y otro de Linux Mint 7 (creo que era, por entonces) con KDE 4 (la interfaz que, descaradamente, plagió Windows Vista). «¿Cómo puede contener todo lo que contiene y ser gratis?» me pregunté.

Entonces fue cuando quemé la imagen .iso de Mint y Ubuntu a sus respectivos CD y metí el primero en mi portátil. Instalé el sistema sin ningún problema. Estaba tan emocionado con cómo iba de bien que se me saltaban las lágrimas. Yo, un tío que nunca había tenido un ordenador propio ni había instalado un sistema operativo acababa de instalar un linux sin tener ni puta idea de nada, habiendo por los foros un montón de idiotas diciendo que era un infierno correr linux. «Cuánto subnormal» pensé. Y sigo pensándolo.

Claro que tuve algún problema. Varias veces me cargué el escritorio de plasma de KDE, pero porque andaba tocándolo todo, poniéndolo a mi gusto y preferencias, cosa que nunca había podido hacer en toda mi infancia y adolescencia usando productos de Microsoft. Por ello, a los pocos días me cambié a Ubuntu, ya que Gnome resultó ser más difícil de fastidiar, y ahí me quedé un tiempo.

Desde entonces he probado tantas distribuciones que no sabría enumerarlas todas, y eso sin conocimientos previos, sólo gracias a leer manuales y a la gente de los foros. Sin la comunidad, ¿qué hubiera sido de muchos de nosotros, los nuevos usuarios? A todo esto, todavía tuve que escuchar a un listillo diciéndome que Debian está obsoleto y que Ubuntu era lo mejor, que si quería estabilidad que probase Mandriva. Al segundo giré la cabeza con un gesto reprobatorio y no le hice ni puto caso. Con ganas me quedé de decirle «chaval, he probado de todo y sé perfectamente lo que quiero, no hace falta que vengas tú a decirme lo que debo elegir». Y realmente ese es un buen punto para GNU/Linux, hay distribuciones diferentes para diferentes tipos de usuarios, entre otras, algunas para gente que nunca ha visto una línea de comando y distribuciones con las que usuarios experimentados podrían hacer lo que quisieran de ellas.

Al poco tiempo vampiricé (como a mí me gusta llamarlo) a mi hermano, a mi novia, a mi compañera de piso, a mi padre, a mi madre, a mi cuñado y amigo Alonso, a mi cuñada y amiga Almudena, a mi amigo Jorge, a mi amigo Oli… y no vampiricé a mi abuela porque no tiene ordenador. La cuestión es enseñarles unas cosas básicas, ya que la curva de aprendizaje es mínima y casi irrisoria (si sabes desenvolverte en Windows, sabes desenvolverte en Linux… y si no también), amén de ayudarles a adaptar el sistema a sus necesidades, ya que las ventajas que presenta este sistema operativo van descubriéndose ellas solas: es más rápido, tanto en escritorio como en la red, es más seguro, es más configurable, es más bonito… Todas esas cosas que te hacen encender el ordenador y sentir una extensión de ti mismo y no ver una máquina que no responde a lo que le estás pidiendo que haga por ti.

Por eso me declaro talibán del software libre, principalmente por GNU/Linux y sus aplicaciones, por todo lo que me han enseñado y facilitado la vida sin haber tenido conocimientos previos y gracias, en su mayor parte, a la comunidad, que trabaja sólo por el beneficio a los demás, y a mi curiosidad, y por la enorme carga ética que conlleva el software libre en cuanto a libertad real del usuario, el impedir que nadie nos controle y ser dueños de nuestros propios actos.

También por ser comunitario, por hacer llegar a los demás lo bien que me siento al usar software libre, declaro la garantía de que vais a encontrar en mí un amigo a la hora de querer pasaros al software libre. Podéis pedirme ayuda para lo que queráis, mis conocimientos (y mis dotes de profesor linuxero) están abiertos al que quiera llevar esa bandera, la de la libertad, la única digna de existir como tal y la única a la que respeto.

Os animo a todos a probarlo, os aseguro que no quedaréis impasivos. 🙂



Deja un comentario